27 de junio de 2009

ECOS DE LA CAMPAÑA

Generalmente las elecciones legislativas suelen ser procesos eleccionarios de bajo perfil. Pues se trata de una elección que solo define la renovación de algunas bancas en las cámaras de senadores y diputados.
Estos comicios casi siempre se dan en el medio de un período de gobierno –porque en otras oportunidades se dan conjuntamente con elecciones presidenciales-. Frecuentemente esta instancia electoral implica la realización de campañas austeras, con poco desarrollo comunicacional y escasa participación mediática de los candidatos. Las mayores energías generalmente son puestas por parte de los partidos políticos, gobernantes y opositores, y por los ciudadanos en las elecciones ejecutivas, es decir cuando se elige presidente, gobernador o intendente.
Pero en esta oportunidad las cosas fueron distintas, se dieron factores muy diferentes a los que se dan generalmente en este tipo de elecciones y campañas.

Altos niveles de agresividad y confrontación
Esta vez los niveles de agresividad y confrontación, propios y naturales del juego político y las disputas dialécticas preelectorales típicas se magnificaron, sobredimensionaron y exacerbaron. Durante el tiempo de duración de la campaña predominaron los descalificativos, los agravios, las acusaciones mutuas, las denuncias infundadas y un ir y venir permanente de referencia al otro. En ese marco se dejaron totalmente de lado las propuestas, las promesas, las ideas y las plataformas.
Todo se redujo a meras disputas verbales sin fundamentos ni contenidos, sin estrategias ni planificación. Todo fue reacción y no creación, nadie buscó convencer, solo impactar: “Accastello es esto…”, “Juez es aquello…”, “Mondino es lo otro…”, fueron las frases más escuchadas y leídas durante toda la campaña.

Personas en vez de partidos
El predominio del personalismo y la individualización de los candidatos fue otro signo distintivo de la última campaña. Si bien este fenómeno de la personalización de la política no es nuevo, en esta oportunidad, los candidatos estuvieron por encima de las ideas y de los partidos más que otras veces. Ante el debilitamiento y la falta de organización estructural de los partidos tradicionales, las disputas políticas se redujeron a disputas partidarias internas, en las que todos se abrogaron el derecho a hacerse llamar peronistas.
Pero un indicador de esa extrema personalización fue la convocatoria de personalidades de reconocida trayectoria social, artística o política (las llamadas “candidaturas testimoniales”) para integrar las listas, tal como ocurría en los 90: con intendentes, dirigentes sociales, artistas y los propios gobernantes a la cabeza de las listas. Por lo que se postularon nombres, caudillos, personalidades y no partidos ni propuestas.
Otro distintivo de la personalización de la campaña fue que las críticas de todos los candidatos giraron en torno a un nombre propio: Kirchner, Scioli, Accastello, todos cuestionaban a una persona y no a sus acciones o gestiones de gobierno. En ese contexto se impuso la moda de ser antioficialista.

Campaña hipermediática
Más que nunca los medios de comunicación en general y la televisión en particular fueron protagonistas durante la última campaña y se constituyeron en el más poderoso vínculo personal entre candidatos y ciudadanos.
Con spots casi publicitarios similares a las de cualquier producto, con infinidad de apariciones en programas de televisión de amplia audiencia, con metros y metros de páginas diarios y horas de aire en radio cada candidato, tal como lo imponen las nuevas formas de comunicación política utilizó a los medios mucho más que las reuniones, las caravanas, las caminatas, los mitines y otros ritos propios de la política. Al mejor estilo noventoso, los medios de comunicación marcaron las reglas de juego de la campaña.
Inherente a la extrema mediatización fue la notoria espectacularización de la política. En ese marco, “Gran cuñado”, se constituyó en el espacio clave de la campaña, donde oficialistas y opositores jugaron al juego que más les gusta: ser protagonistas, con el rating, las luces, las cámaras como sus principales aliados, ensayando pasos de baile y coreografías, diciendo frases graciosas y pegadizas y capaces de llegar a la gente para causar simpatía y parecerse a su imitador.

Lo que queda
Del análisis de los resultados y consecuencias políticas del acto eleccionario se ocuparán aquellos que tienen los elementos y la formación suficiente como para hacerlo.
No obstante es posible afirmar que este acto eleccionario no fue uno más, sino que marcó la evidencia de la decadencia y la falta de creatividad y compromiso de gran parte de los dirigentes políticos de nuestro país.
Así también puso en claro la dependencia de las acciones y decisiones de los dirigentes del quehacer de los grandes medios de comunicación.
Pero sobre todo volvió a quedar evidenciado el el desinterés cada vez mayor de la gente con la política, el alejamiento de los partidos y la apatía creciente de gran parte de la población con respecto a ejercer su derecho y obligación de votar y ser así el verdadero protagonista de una elección.