En 1995 la UNESCO dispuso al 16 de noviembre como Día Internacional de la Tolerancia.
En tal sentido, a partir de ese año desde las Naciones Unidas se trabaja con el propósito de fomentar la tolerancia y la no violencia.
En Argentina aparentemente aún no habría dado resultados, ya que la intolerancia, la obstinación, el fanatismo, la terquedad y la necedad se imponen a la tolerancia, la paciencia, la racionalidad, la prudencia, la mesura, la coherencia y la comprensión.
Desde las hinchadas de fútbol que no soportan resultados deportivos adversos, hasta los gremialistas y piqueteros que cortan calles y rutas en nombre de sus derechos, corrompiendo los derechos de otros. Desde aquellos que no aceptan las diferencias raciales, sexuales, sociales, y religiosas, hasta los que propugnan la violencia, el terrorismo y la guerra.
Desde los gobernantes que no aceptan críticas o sugerencias de la oposición, hasta aquellos opositores que solo se oponen por oponerse. Desde aquellos periodistas que utilizan a la información y su capacidad de opinión y liderazgo social y comunitario para manipular a la gente a favor de una cosa o en contra de otra, hasta aquellos que no permiten o aceptan ciertas opiniones de la prensa o que impiden su trabajo con censuras indirectas.
Yo, vos, él, ella, nosotros, todos somos un poco intolerantes. Debemos reconocerlo, porque ese es el primer paso para cambiar y empezar a aprender a acaptar las diferencias y a convivir con ellas, así como de empezar a fomentar el buen trato y la igualdad. En el día a día, en cada acción, en el trabajo, en la familia, en el grupo de amigos, en la pareja.
Todos podemos aportar con pequeños gestos, con nuestras palabras, con nuestras actitudes. Y no por falsa modestia, moralismo exacerbado, o idealismo irracional. Sino pensando en un punto de partida, en el comienzo del cambio de actitud y aptitud que nos hace falta para construir una nueva sociedad.
En tal sentido, a partir de ese año desde las Naciones Unidas se trabaja con el propósito de fomentar la tolerancia y la no violencia.
En Argentina aparentemente aún no habría dado resultados, ya que la intolerancia, la obstinación, el fanatismo, la terquedad y la necedad se imponen a la tolerancia, la paciencia, la racionalidad, la prudencia, la mesura, la coherencia y la comprensión.
Desde las hinchadas de fútbol que no soportan resultados deportivos adversos, hasta los gremialistas y piqueteros que cortan calles y rutas en nombre de sus derechos, corrompiendo los derechos de otros. Desde aquellos que no aceptan las diferencias raciales, sexuales, sociales, y religiosas, hasta los que propugnan la violencia, el terrorismo y la guerra.
Desde los gobernantes que no aceptan críticas o sugerencias de la oposición, hasta aquellos opositores que solo se oponen por oponerse. Desde aquellos periodistas que utilizan a la información y su capacidad de opinión y liderazgo social y comunitario para manipular a la gente a favor de una cosa o en contra de otra, hasta aquellos que no permiten o aceptan ciertas opiniones de la prensa o que impiden su trabajo con censuras indirectas.
Yo, vos, él, ella, nosotros, todos somos un poco intolerantes. Debemos reconocerlo, porque ese es el primer paso para cambiar y empezar a aprender a acaptar las diferencias y a convivir con ellas, así como de empezar a fomentar el buen trato y la igualdad. En el día a día, en cada acción, en el trabajo, en la familia, en el grupo de amigos, en la pareja.
Todos podemos aportar con pequeños gestos, con nuestras palabras, con nuestras actitudes. Y no por falsa modestia, moralismo exacerbado, o idealismo irracional. Sino pensando en un punto de partida, en el comienzo del cambio de actitud y aptitud que nos hace falta para construir una nueva sociedad.